El País

Pablo Duggan: “La fábula del asesinato de Nisman no pasa el análisis de un lector de policiales”

La muerte del fiscal está rodeada de preguntas. El misterio sigue sobrevolando el caso.

La muerte del fiscal Alberto Nisman, unos días después de anunciar su denuncia contra la entonces presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, está rodeada de preguntas: para algunos Nisman es un superhéroe (incluso la terminación de su apellido rememora a los más populares), para otros un villano.

Para que este hecho tenga el misterio de las novelas negras la trama que conduce a la muerte sucede dentro de un baño cerrado, de un departamento cerrado y de un edificio cerrado, lo que recuerda a los enigmas del cuarto cerrado, quizá el más famoso “Los crímenes de la calle Morgue” de Edgar Allan Poe.

Sin embargo el misterio más importante es el que señala el título de uno de los libros más vendidos de los últimos meses: “¿Quién mató a Nisman?” (Planeta, 2019); para su autor, Pablo Duggan, en charla con la agencia Télam, no hay dudas que a Nisman lo mató Nisman.

– Su libro está primero en ventas; ¿le parece que el caso Nisman es leído como una gran novela de espías y de enigma de cuarto cerrado?

– El caso Nisman puede ser leído como un caso policial clásico, pero la fábula del asesinato de Nisman, como bien dice alguien a quien cito en mi libro, no pasa el escrutinio de un buen lector de novelas policiales. Un buen lector de novelas policiales sabe que siempre tiene que haber una respuesta que explique cómo fue llevado adelante un asesinato. Aquí en ciento treinta o ciento cincuenta cuerpos del expediente nadie jamás explica la mecánica del asesinato de Nisman: cómo entran al parque, cómo suben, cómo entran al departamento, cómo se produce el hecho de que lleven a Nisman adentro del baño, con una o dos personas más, cómo lo matan, cómo se retiran del baño dejando el cadáver apoyado contra la puerta impidiendo la entrada y, por supuesto, todo lleno de sangre, pero sin que los asesinos dejen una sola huella ni adentro ni afuera del baño. Esto es básico para cualquier novela policial, el lector tiene que encontrarle finalmente una vuelta a cómo ocurrió el hecho.

– ¿Siente que detrás de toda esta investigación sobrevuela el espíritu del Rodolfo Walsh de “Quién mató a Rosendo”?

–  El título, sin duda, es un homenaje a “Quién mató a Rosendo”, siempre lo tuve claro y fue uno de los motivos por los cuales le puse ese nombre al libro.

– ¿Por qué cree que no aparece una carta suicida? ¿Pudo alguien haber recibido un mensaje?

– Claramente puede haber habido un mensaje a través de los correos electrónicos o puede haber habido una carta suicida que la madre, quien fue la primera persona en llegar al lugar del hecho, pudo haber ocultado. No digo que lo haya hecho, pero podría haberlo hecho porque ella estaba antes que nadie ahí. De todos modos este es un suicidio donde la vergüenza y el descrédito son muy importantes, entonces también cabe la posibilidad que no haya habido ninguna comunicación suicida, porque esta persona quiere escapar rápidamente de esta situación.

– ¿El arma encontrada en el lugar es un elemento que desorienta en la trama de esta historia?

– Con respecto al arma suicida en el expediente el fiscal (Eduardo) Taiano y el juez (Julián) Ercolini inventan una cosa insólita que se llama el “arma amiga”; según esa elucubración se necesitaba un arma conocida para hacerlo pasar por un suicidio, desconociendo, por supuesto, que si lo querían matar a Nisman y hacerlo pasar por suicidio podrían tranquilamente haber hecho que se cuelgue sin necesidad de utilizar un arma; de todos modos podría haber aparecido un arma sin ningún tipo de conexión con nadie, “un perro” como se la llama, un arma sin identificación, un arma que un fiscal puede conseguir de diferentes maneras y hubiese seguido siendo un suicidio. La teoría del arma amiga aparece para explicar algo repugnante al sentido común y es que una persona pueda prestar un arma para que otra persona venga, mate a alguien, desaparezca y el dueño del arma quede enganchado en el asesinato.

Télam.

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